anarquismo la ausencia de Estados, tenemos la necesidad de declinar los pasos que podrían
llevar hasta esa máxima “Utopía”.
El anarquismo en cuanto propuesta de organización social empieza por la manera de
relacionarse con los demás, por la falta de jerarquías en las relaciones. Así que en lugar de
esperar que todo cambie de golpe, el concepto de “prefiguración” propone construir en el día a
día, con nuestros comportamientos y las elecciones cotidianas nuevos equilibrios. Llevar a
cabo el mundo que imaginamos, al menos por lo que atañe a nuestra cotidianidad es algo que
resulta viable, concreto; en las pequeñas cosas podemos cuestionar las costumbres de una
sociedad individualista y competitiva. Por ejemplo las maneras de relacionarnos con nuestra
familia y con todas las personas a nuestro alrededor marcan unos equilibrios que se construyen
desde el momento en que nacemos, o hasta antes.
Los estudios de psicología confirman que cada experiencia en nuestra vida (y hasta antes
de nacer, en el vientre materno) enriquece nuestro cerebro, y que poco a poco se va formando
nuestra manera de ser, en base a nuestra interacción con el ambiente externo. No podemos
olvidar que este es un normal proceso en todos los animales y que nuestro cerebro, como el de
otros seres vivientes, se va formando en base a los estímulos que recibe desde el exterior. Los
primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo de nuestro cerebro y sobre todo de
los esquemas mentales que utilizaremos en las relaciones. Las respuestas que recibimos al
manifestar nuestras necesidades ya en los primeros meses de vida condicionan la idea que
tendremos de los demás.
Por eso son tan importantes los encuentros de los primeros años: ante todo la relación
con los padres (o las personas de referencia) y la familia en general, para después entrar en
contacto con el resto de la sociedad, basándose inevitablemente sobre las experiencias hechas
hasta ese momento. Esa etapa inicial de la vida, en lugar de ser considerada fundamental, a
menudo se considera como una fase de simples cuidados considerando que el aprendizaje
empiece solo cuando el niño responde a los estímulos. La inexperiencia se considera como falta
de inteligencia, sin pensar en la importancia de esos primeros ensayos que marcarán nuestra
forma de ser.
Cuando como adultos tenemos la ocasión de acercarnos a los niños, nos damos
rápidamente cuenta de que su mundo y sus "categorías" son muy diferentes. Lo que a menudo
consideramos como una etapa de paso, vista de manera casi negativa (por ejemplo identificada
con algunos estereotipos como “no hagas el niño”, “llorar como un niño”, etc.) se caracteriza
también por actitudes muy positivas, que normalmente faltan a los adultos: ausencia de prisas,
concentración total en lo que se hace, curiosidad envidiable... Si podemos dedicarnos a pasar