Nació en la industriosa ciudad textil de Sabadell en 1881 en el seno de una familia
obrera. Su padre, Josep Rosell, era republicano federal y fue uno de los fundadores en 1870 de
la Federación Regional Obrera. En ese mismo año Josep Rosell asistió como delegado por
Sabadell a su primer congreso. Como explica Albano, su padre, aunque formaba parte del
republicanismo y el anarquismo fundacional, nunca abandonó la asistencia a misa y bautizó a
sus hijos, aspectos éstos que su hijo criticaba. A pesar de las creencias de su padre, Albano
Rosell recibió sus primeras enseñanzas en una escuela neutra en religión, habiendo podido
hacerlo en escuelas católicas o bien en la Institución Libre de Enseñanza implantada en Sabadell
en 1882. Como nos relata Rosell, la ILE estaba muy influida por el espiritismo de la época, al
igual que algunos anarquistas de vanguardia de Sabadell. Con la llegada a Sabadell de José
López Montenegro en 1882, donde ejerció el ex militar republicano de maestro de la
Federación, la actividad obrera se encaminó a la lucha por las ocho horas así como por el
impulso de una cultura obrera laica y racional.
Albano Rosell compartió escuela en sus años de infancia con Mateo Morral. Morral era
hijo de empresarios, pero su padre, de ideología liberal, le había llevado a la misma escuela
privada neutra en religión.
La escolarización de Rosell apenas llegó a los once años de edad. A dicha edad ingresó en la
fábrica textil, y los fines de semana trabajaba como aprendiz de barbero. Con apenas diecisiete
años Albano Rosell comenzó a frecuentar la Federación Obrera de Sabadell y allí, junto a Mateo
Morral y otros, entró en contacto con el periodista ácrata procedente de Valladolid, Ernesto
Álvarez. Dicho periodista propició que algunos jóvenes se pudieran iniciar en el campo de la
prensa, como así lo relata Rosell: “nos iniciamos como aficionados a las letras entre telares y
máquinas en La Protesta que en Sabadell vino a publicar en 1898 el camarada Ernesto Álvarez”.
Era el comienzo de una nueva cultura obrera de raíz anarquista que comenzaba en el Sabadell
de 1900. Las lecturas de aquellos jóvenes, que cimentaron sus ansias de emancipación con una
cultura alternativa, partían de autores como los internacionalistas Celso Gomis, Paul Robin,
Elena Key, Reclus, Naquet, Laisant, Paraf Javal, Sebastián Faure, Magdalena Vernet o María
Miller. A dichos pensadores, Rosell los calificaba de “visionarios dignos”, de quienes decía
aprender “el valor de la infancia para las luchas del futuro”.
Unos referentes culturales que para Rosell siempre estuvieron acompañados de la gran
obra de Miguel de Cervantes; obra leída y meditada constantemente a lo largo de su vida, al
encontrar Rosell en ella la esencia del ser de los pueblos ibéricos de claro talante libertario.
Cabe destacar también la importante labor de Rosell en el campo del naturismo social en España
y América Latina.