La presentación general de la Colección resulta un acierto. Hay una diversidad de
autores y temáticas, la presentación de los capítulos es equilibrada y la calidad de las imágenes
es inmejorable.
En cuanto a los dos últimos volúmenes, encuentro que pueden establecer un diálogo
provechoso para el campo de estudio. De alguna manera se plantean una pregunta a diferentes
escalas y en espacios que sirven para la comparación. ¿Cuáles fueron los contenidos con los
que se ejercitó la lectura de los pequeños ciudadanos mexicanos de otros tiempos? La
historiografía sobre el libro de texto mexicano ha avanzado en diversas direcciones y a
diferentes ritmos, antes de la creación del Libro de Texto Gratuito en 1959. Se trata de una
producción que fue escrita como respuesta a un acuerdo adoptado en el 2º Congreso de
Instrucción Pública de 1891 para servir al maestro guiándolo en su misión de promover el
desenvolvimiento integral del alumno con libros pequeños y económicos, escritos por
conocedores del tema, conforme a los programas de estudio de cada disciplina y adecuados al
grado de desarrollo de los alumnos. El aprendizaje de la lectura no era un conocimiento en sí
sino un medio para adquirirlo. Las primeras colecciones estuvieron formadas de cuatro textos
que servían para aprender los rudimentos de la lectura, la escritura y el ejercicio de la lectura
mecánica. En los siguientes años escolares, los libros contendrían lecturas graduadas que
recreaban e informaban sobre el saber escolar de la época con lecciones de geografía, historia,
aritmética, dibujo, canto, moral y gimnasia. Desde entonces, los escritores didácticos,
adquirieron la calidad de autor con el dictamen de sus obras por parte de las comisiones
pedagógicas que evaluaron la pertinencia o el peligro que podían representar sus textos, como
lo indicaba el inspector francés, Ferdinand Buisson en su Dictionnaire de Pédagogie,
introducido por Enrique Rébsamen y, discutido ampliamente en el espacio del congreso
mexicano de 1891. Con este mandato, los autores de libros de texto y escolares formaron parte
de los equipos editoriales para traducir, adaptar y hacer circular nuevos textos y guías
metodológicas que se adaptaron al ritmo escolar y se modernizaron con narraciones e imágenes
coloridas. Su paso por las reuniones de especialistas y su adhesión a las empresas editoriales
muestran que el autor de libros de texto no fue un simple testigo de su tiempo, sino un actor
cuya obra fue producto de un grupo social y de una época determinada. Si muchas
investigaciones hasta ahora habían privilegiado el estudio del libro de texto a partir de las
biografías de sus autores, haciendo de ellos figuras únicas y solitarias, la producción actual, los
capítulos que nosotros encontramos en la Colección de Historia de la Educación en México
resultan un buen ejemplo, de las nuevas tendencias con las que se ha analizado la producción
editorial de este momento.